La otra frontera de México

"Contrariamente a lo que alegan algunas personas en Washington, ningún relajamiento de las políticas de seguridad fronteriza por parte de los EE.UU. es responsable por este repentino incremento. De hecho, bajo las limitaciones actuales, es poco lo que la Administración Obama podría haber hecho para prevenirlo."

La otra frontera de México: Seguridad, migración y la crisis humanitaria entre México y Guatemala

WOLA*

A lo largo de la frontera entre los EE.UU. y México, especialmente al sur de Texas, las autoridades están arrasadas por una repentina ola de migrantes provenientes de tres países centroamericanos: El Salvador, Guatemala y Honduras. Es probable que en 2014 la Patrulla Fronteriza de los EE.UU. detiene a un número de ciudadanos de estos países cuatro veces mayor del que detuvo en el año 2011. Una cantidad alarmante de ellos son menores de edad que viajan solos. Durante los primeros ocho meses del año fiscal 2014, la Patrulla Fronteriza encontró 34,611 menores procedentes de estos tres países centroamericanos que viajaban sin familiares adultos que los acompañaran—un incremento en relación a los menos de 4,000 menores encontrados en esta condición en el 2011.

Contrariamente a lo que alegan algunas personas en Washington, ningún relajamiento de las políticas de seguridad fronteriza por parte de los EE.UU. es responsable por este repentino incremento. De hecho, bajo las limitaciones actuales, es poco lo que la Administración Obama podría haber hecho para prevenirlo.

La verdadera emergencia humanitaria no ocurre únicamente en los albergues y centros de detención del sur de Texas. La crisis se extiende a lo largo de toda la ruta migratoria hacia los Estados Unidos, desde los barrios azotados por la violencia en Centroamérica, hasta las peligrosas líneas ferroviarias y los hacinados centros de detención en México, y los amenazantes desiertos del lado estadounidense de la frontera donde cada año mueren cientos de personas.

Durante 12 días en febrero de 2014, expertos del Programa sobre Seguridad Fronteriza y Migración de WOLA visitaron la frontera sur de México, donde los migrantes centroamericanos inician su travesía. En el informe La otra frontera de México, WOLA brinda una perspectiva detallada y directa de lo que está ocurriendo a lo largo de las 714 millas de frontera entre México y Centroamérica. Con 65 imágenes, mapas, estadísticas y testimonios, el informe no sólo explica cómo luce la “otra frontera” de México, sino que muestra muy claramente el panorama que tienen ante sí los gestores de políticas a quienes se les apremia para que “hagan algo” respecto a la actual ola de migrantes.

En esta frontera sur, los expertos de WOLA encontraron un agudo incremento de la migración procedente de El Salvador, Guatemala y, especialmente, de Honduras. Autoridades y personal de albergues para migrantes están percibiendo un dramático aumento del número de mujeres, niños y familias que se dirigen a los Estados Unidos. El número de migrantes agobia un sistema en frágil estado, que trata de brindar asistencia humanitaria a esta población vulnerable. Los migrantes se ven expulsados de sus países de origen por el desempleo, la falta de oportunidades económicas y uno de los peores índices de violencia criminal a nivel mundial, incluyendo niveles intolerables de homicidios, extorsión, abuso y reclutamiento por parte de pandillas callejeras. Casi ningún migrante menciona estar motivado por una percepción de cambios en las políticas migratorias de los EE.UU., o por una laxa seguridad fronteriza. Tal como lo describe La otra frontera de México, es fácil cruzar la frontera desde Guatemala o Belice hacia México, ya sea vadeando o montándose a una balsa, caminando a través del campo, o atravesando un cruce oficial. El equipo de WOLA cruzó la zona cuatro veces sin tener que mostrar sus pasaportes. La mayoría de la cocaína que es consumida en los Estados Unidos también sigue esta ruta. Sin embargo, una vez en México los migrantes centroamericanos enfrentan una estrategia oficial de seguridad fronteriza que es difícil de definir, la cual en ocasiones es contradictoria, e implementada de manera desigual; tal política, sin embargo, se ha endurecido a todas luces, a menudo con respaldo de los EE.UU.

La frontera entre Petén, Guatemala y Tabasco, México. La seguridad de la frontera mexicana se endurece a medida que uno se interna en el país. Los caminos y ríos son patrullados rigurosamente: en uno de los tramos de 140 millas de carretera cerca de la frontera, el equipo de WOLA atravesó 11 puestos de control operados por nueve distintas agencias federales y estatales. La presencia y capacidades de las fuerzas de seguridad se están incrementando, con el respaldo de los EE.UU., tanto en México como en Guatemala. Sin embargo, estas agencias de aplicación de la ley, junto con agencias militares, migratorias, de investigación y de inteligencia, están mal coordinadas, presentan una corrupción endémica, extorsionan rutinariamente a los migrantes, y consiguen detener únicamente a una minúscula fracción de las drogas que se dirigen hacia los EE.UU. La frontera sur tiene dos líneas de trenes de carga con destino al norte que son patrulladas con mucha menos rigurosidad que las carreteras. Para decenas de miles de migrantes centroamericanos, estos trenes son la principal opción para acceder a México. El largo viaje sobre el tren es físicamente peligroso, y la falta de seguridad deja a los migrantes a merced de las pandillas centroamericanas, los cárteles mexicanos, bandidos, secuestradores y funcionarios corruptos. Los migrantes que viajan en los trenes y recorriendo las carreteras mexicanas son víctimas fáciles, dado que reportar los delitos a la policía supone el riesgo de ser deportados. La pasmosa frecuencia con que ocurren secuestros, extorsiones, trata de personas, violaciones y homicidios, coloca las penurias sufridas por los migrantes centroamericanos en tránsito hacia México en el primer lugar entre las peores emergencias humanitarias del Hemisferio Occidental.

Soldados cubren un puesto de control en Chiapas. Mientras la situación empeora, México, los Estados Unidos y los países de Centroamérica precisan de un nuevo enfoque hacia la seguridad y la migración en la zona de “primer cruce”. Sin embargo, la receta de los EE.UU. de colocar barreras, patrullas, soldados y tecnología, podría hacer más daño que bien.

Ya hay una presencia significativa de seguridad en el sur de México: el problema no reside en la ausencia del Estado. En cambio, el problema reside en una situación en la cual el personal de las fuerzas del orden tiene un entrenamiento deficiente, escasa coordinación, y no es fiscalizado en casos de corrupción o abuso. Añadir aún más efectivos uniformados, puestos de control y mecanismos de vigilancia podría incrementar los abusos y desatar más violencia, sin reducir en términos reales el flujo de migrantes o de tráfico.

Las soluciones más promisorias son aquellas políticamente más difíciles de implementar. Los Estados Unidos requieren una reforma migratoria integral que establezca reglas claras para obtener la ciudadanía y que aborde los programas de trabajo agrícola, visas de inmigrante y de trabajo, y flujos migratorios futuros. México debe expandir el otorgamiento de visas humanitarias y mecanismos similares para que los migrantes que son víctima de violencia o abuso, y los menores que viajan no acompañados de adultos, puedan acudir a las autoridades sin temor a ser deportados. Las unidades judiciales y de control interno en México requieren realizar dramáticas mejoras para que puedan investigar y sancionar a oficiales que cometen violaciones a los derechos humanos y otros tipos de abuso, y así como para extirpar la corrupción, que es el oxígeno que alimenta a los grupos criminales violentos. Finalmente, los gobiernos y élites de Centroamérica deben empezar a proteger a sus ciudadanos contra la violencia e invertir en educación y la creación de empleos en sus países.

La implementación de estas recomendaciones requerirá de arduos esfuerzos o un largo lapso de tiempo. La otra frontera de México sugiere varias medidas más modestas que los gobiernos pueden emprender mientras tanto, si no para resolver, al menos para mitigar los abusos y empezar a abordar la crisis de seguridad fronteriza y de migración en la zona entre México y Guatemala. Éstas incluyen lo siguiente:

  • Utilizar la asistencia de los EE.UU. para ayudar a México a incrementar dramáticamente la presencia de entidades judiciales, de la fiscalía y de investigación para atacar severamente al crimen organizado y la actividad de las pandillas en la zona fronteriza, así como la difundida corrupción oficial que la alimenta. Es indispensable un sistema de justicia penal operativo, capaz de aplicar reglas de manera clara y justa.
  • Incrementar en gran medida la cooperación entre las agencias mexicanas de aplicación de la ley, de control migratorio y del poder judicial que trabajan con demasiada frecuencia de forma separada y recelosa en la zona fronteriza.
  • Fortalecer mecanismos para fiscalizar a la policía y al Instituto Nacional de Migración en México.
  • Acabar con la participación de las fuerzas armadas mexicanas en funciones de seguridad ciudadana que las agencias civiles podrían desempeñar con igual facilidad en la zona fronteriza, y terminar con el apoyo estadounidense para tal involucramiento.
  • Priorizar la asistencia de los EE.UU. hacia Centroamérica a la prevención de la violencia, al fortalecimiento institucional del sistema de justicia penal, y al apoyo a esfuerzos para combatir la corrupción y fortalecer los controles internos y externos sobre las fuerzas policiales. Los EE.UU. también debería desarrollar una estrategia para abordar los factores económicos que generan las altas tasas de migración desde Centroamérica, e identificar cómo la asistencia de los EE.UU. puede ayudar a mitigar estos factores.
  • Reducir los obstáculos para solicitar asilo o refugio que enfrentan los migrantes centroamericanos con razones fundamentadas, tanto en México como en los Estados Unidos.
  • Lanzar una reforma radical del Instituto Nacional de Migración de México.
  • Desarrollar alternativas a la detención masiva de migrantes arrestados, especialmente la detención de menores.

La crisis de la migración centroamericana en la frontera entre Estados Unidos y México no debe convertirse en un pretexto para intensificar una acumulación de personal a lo largo de una frontera que ha presenciado una duplicación del personal y de gastos de seguridad durante los últimos ocho años. Y ciertamente no debe estimular medidas de seguridad similarmente “severas” en la ya frágil zona fronteriza entre México y Guatemala.

Migrantes caminan desde la frontera de Guatemala hasta la primera parada del tren dentro de México. "La otra frontera de México" ofrece una mirada directa a las complejidades que nuestras fracturadas políticas seguridad enfrentan en una coyuntura crucial a lo largo de esta ruta. Aquí en Washington, esperamos que nuestros políticos y gestores de políticas puedan captar estas complejidades antes de empeorar inadvertidamente la crisis. México también debe considerar las implicaciones de una mayor seguridad fronteriza a lo largo de la frontera sur y abordar la frecuentemente invisible pero muy real crisis humanitaria para los migrantes que realizan la travesía a través de México.

WOLA Podcast: “The Crisis of Unaccompanied Migrant Children” <http://cts.vresp.com/c/?WashingtonOfficeonLa/35996ac1d9/6525ed5933/eebb1fb11b>

Three Myths about Central American Migration to the U.S. <http://cts.vresp.com/c/?WashingtonOfficeonLa/35996ac1d9/6525ed5933/4cfe588de2>

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*Resumen ejecutivo realizado por WOLA

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La otra frontera de México: Seguridad, migración y la crisis humanitaria entre México y Guatemala. Informe completo, versión en inglés.

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